Fue a mediados de los 90. Los tiempos eran difíciles, hambrientos. Un día conduje del trabajo en mi centavo y me detuve cerca del puesto para que mi hija comprara dulces. Los últimos 50 rublos en mi bolsillo. Compré un caramelo por 12 rublos y me fui. Después de unos pocos kilómetros, la policía está disminuyendo. Resulta que mi seguro está atrasado. A continuación, el guión comienza a "respirar" por un soborno. Traté de explicar la situación:
- Me voy a casa, gasté todo mi dinero en caramelos.
- ¿Qué? A los ojos de la policía hubo una ligera decepción.
- Aquí, 38 rublos en total.
- Muy bien, todos.
Sacó el último dinero de su bolsillo y lo entregó honestamente a la ley. Estaba a punto de entrar en mi coche cuando escuché un grito:
- ¿Y dulces?
En serio, la policía tomó el caramelo. Desde la ventana de mi penique, miré atentamente como dos niños grandes con sonrisas en sus caras compartían un dulce “prey”.
via factroom.ru